Cuando me asomé a tu ventana y tu Luna no estaba... se me apagó mi sonrisa.Pensé que nunca más esa luz pálida, ténue, me envovería, dándome luz, calma, paciencia y calor.De repente... los cristales de la ventana crujierom. No era un sonido leve... era quizás titubeante, pero sonido al fin.Y mi sonrisa se iluminó, a la luz de tu Luna.Bien es cierto que ese brillo, lo mantuviste a raya, lo controlaste, lo dominaste, pero por un segundo... se te escapó un reflejo, una frase que venía a decir que debías mantenerte bajo control, pero que te costaba el alma hacerlo.Y eso fué suficiente. Nuestra Luna nos cobijó, nos matizó su brillo aterciopelado, para que pudiesemos ir dormir con menos dolor, sólo con una furtiva lágrima que a mí (tonta de mí) se me escapó. No era una gota salada e insípida. Era pura felicidad. Esa lágrima. me ayudó a descansar mi mente, a ilusionar mi corazón y a despejar las brumas que no me dejaban ver nuestra Luna.Apareciste tarde, pero lo hiciste, aún a tu pesar, e hiciste brillar mi mirada y me permitiste (creo) consolarte. Al menos, eso intenté con todo mi corazón. Que tu Luna y la mia bailasen en la oscuridad.
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